“Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho…
Los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones.
Nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos.
La cosa más fácil, equivocarnos;
la más destructiva, la mentira y el egoísmo.
La peor derrota, el desaliento.
Los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor.
Las sensaciones más gratas, la buena conciencia,
el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos y sobre todo,
la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia donde quiera que estén”.
Fragmento de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Miguel de Cervantes Saavedra
En estos agitados tiempos que corren es frecuente escuchar la voz de tantos y tantos compatriotas que al encontrarnos en las calles nos lanzan al rostro, antes del esperado saludo, una pregunta digna de profundos tratados filosóficos: ¿encontraste algo? Y ese algo es lo que merece la más profunda atención pues no alude únicamente a un ente material que ayude al sustento cotidiano, va mucho más allá y viene desde muy adentro en el Tiempo.
Más allá del acto indagador la pregunta encierra un dato que puede ayudar a valorarnos como pueblo; es la dimensión de ir hacia donde está algo pero… ese algo ya lo encontró otro y vamos hacia él en busca de tener una solución —o parte de ella— aparentemente para «ahorrar» Tiempo, que nunca se acaba, pero, definitoriamente, comportándonos como dependientes del esfuerzo de otros.
Tal actitud nos ha acompañado a lo largo de la Historia, evidentemente no es genética, ha sido producto de circunstancias específicas que fueron estableciendo procederes que con los años se convirtieron en hábitos.
Más tarde, en el ´59, la triunfante Revolución se encontró con un estado de cosas —incluido el bloqueo o embargo, la etiqueta poco importa ante los resultados— que la llevó hacia el suministrador soviético para sostener un país industrial, mercantil y socialmente establecido sobre el vínculo exterior (básicamente U.S.A); por tal razón con la caída del sistema socialista el trauma de los ´90 fue mucho más fuerte y golpeó sin clemencia a una generación —hoy decisiva— que creció y se formó esperando que alguien: China, Rusia, Viet Nam, Venezuela, tirara el cabo que halara el día a día por muchos años.
Ahora, en pleno siglo xxi, el efecto combinado de una arrasadora pandemia y un recrudecido bloqueo ha situado al cubano ante una situación que nunca creyó posible: no puede esperar ayuda de nadie, pues todos tienen necesidades en una economía global fuertemente corroída y si alguien algo pudiera hacer… encuentra muchísimas trabas, legales o materiales, para hacerlo llegar.
En tal situación vuelve a la mente la frase de aquel fundador de pueblos con identidad —el venerable Félix Varela— cunado pedía que Cuba fuera isla no solo en la geografía sino en lo político. La tan luchada independencia es mucho más que un himno, una bandera y un escudo; es la capacidad, y la decisión, de actuar por sí mismos sin esperar nada de nadie, aunque sí se agradezca, sin compromisos, lo que nos ofrezcan.
Para ser verdaderamente independientes es necesario dejar atrás las incertidumbres, tal como es imposible levantar una vivienda sobre un terreno movedizo tampoco se puede levantar un país, y por supuesto: el destino de sus paisanos, sobre el pantano de los “y si…”. Tal como dice la expresión cotidiana “no se puede crear un problema ante cada solución; es preciso buscar una solución a cada problema”.
Es cierto que a lo largo de los años hemos ido conformando como pueblo un proceder que hace depender del exterior lo que debe encontrarse en nosotros, pero es impostergable que asumamos cada situación como nuestra y solo nuestra.
Es lógico que nos preocupemos por tantas y tantas cuestiones que el día a día de un país enfrentado a un país como Estados Unidos tiene que asumir; la Historia ha demostrado que es el pueblo, el que anda a pie y busca qué comer, el que sufre los enfrentamientos políticos; pero ha comprobado también que es ese mismo pueblo, el que inventa y satiriza, el que hace los cambios que HACEN LA HISTORIA.
Preguntas como ¿cuándo se acaba la pandemia del coronavirus? ¿qué viene después? ¿y si me enfermo? ¿quién gobernará U.S.A? forman parte de cualquier proyecto vital no sólo de un nacido en estas tierras sino de cualquier país pues abarcan situaciones para las que ha de crearse una base sobre la que se pueda enfrentar las salidas negativas que de las mismas puedan derivarse. Mas convertir esas preocupaciones en tema permanente y dejar que se convierta en idea fija será el bosque que no nos deje ver el árbol.
Lo primero es que la solución de esos dilemas no está en nuestras manos, caen las del Señor de la Historia que a través de científicos sólidamente formados y con experiencia y condiciones adecuadas podrán atenuar primero y resolver después esta crisis de salud, por otro lado esperar la solución de nuestros problemas desde la base de quién gobierna en otro es mantener la posición del colonizado aunque se haya obtenido la independencia; si luego de sesenta años no hemos aprendido a convivir con el bloqueo, o embargo, —como quiera llamársele— es una limitación nuestra si no lo hemos revertido de manera adecuada.
Ahora bien, ¿cuándo se acabará el C.U.C? ¿cuánto ganaré? ¿cuánto podré comprar y cuánto podré ahorrar? ¿qué quedará en “la libreta”? ¿hasta cuándo durará? ¿cómo volverán las remesas? son preguntas que, sin dudas, en Cuba están vinculadas con las anteriores pero no por ello han de asumirse como traumas existenciales que lastren el diario vivir, en este caso lo pertinente es enfrentarla con esa hidalguía y decisión que han hecho de nuestro devenir nacional espacio de la quijotada. No es luchar contra molinos de viento, es rescatar a Sanguily con 30 machetes frente a 120 fusiles.
Es evidente que la realidad incluida en esas preguntas abordan una realidad muy dura, quien sale en busca del sustento propio y de la familia necesita respuestas claras a ellas, pero también es obvio que las respuestas, sean las que sean, no serán la solución; el día que desaparezca el C.U.C, cambien los salarios y pensiones, redefinan “la libreta” y retornen las remesas será tan solo el momento de crear y aplicar estrategias y procedimientos que den paso a esas realidades y solo la Fe en el Supremo y nosotros mismos nos permitirá continuar.
No atribuyamos a otros la solución de problemas que son NUESTROS ni retrasemos el momento de comenzar a cambiar desde adentro hacia fuera; si nuestra idiosincrasia y psicología, que es de posiciones extremas, apasionadas, de contingencias, no ha superado la dependencia, no solo en la economía y el comercio, sino también en las mentalidades, en parte generadas por el pueblo y en gran parte sembradas y estimuladas por el discurso oficial, es porque nos hemos acomodado a una mentalidad colonial muy distante de la independencia que proclamamos.
No sigamos orientando el telescopio hacia la distancia, pongámonos un microscopio en nuestro interior y fortalezcamos con nuestro sudor y convicciones leste hermosos edificio que es nuestra Casa Cuba..
10 de Octubre de 2020
CDII Aniversario del inicio de las Guerras por la Independencia