Señor, esto no es una oración…

por: Raúl Rivero

Señor, esto no es una oración para que nos perdones

sabemos que ya nos perdonaste

y nos viste volver a tu casa en la tierra

viejos y heridos en una procesión lenta

angustiosa que tu bondad y tu sabiduría

habían pronosticado desde que nos fuimos.

Aquí estamos, Señor, los que cambiamos tu fe

por una epidemia de ceguera

que nos puso a escribir en las paredes

y después en los libros

leyendas y maldiciones contra nuestros hermanos.

Aquí estamos, arrepentidos y destrozados

impuros y vanos

los que nos entregamos al espejismo

y creímos ser felices lejos de tu palabra.

Los que dejamos sin bautizar a nuestros hijos

y no volvimos a mirar ni el cáliz

y salimos a contarlo al mar y al aire como grandes hazañas.

Los que nos entregamos al odio, a la blasfemia

y dejamos abandonados los misales

para memorizar panfletos traducidos

y manuales escritos en la nieve

y la sangre de otros mundos.

Señor, somos los perdedores que enseguida

nos quitamos del cuello los escapularios

y las cadenas con los crucifijos

y el rostro de los santos

para llenarnos las camisas de hojalata.

Los que obligamos a los viejos

a esconder en el sótano a la Virgen María

y a Santa Bárbara debajo de su capa escarlata

para poner en la sala

las fotos de unos desconocidos

unos extraños que anunciaban

un paraíso por minuto

la gloria y la esperanza

a cambio de la evolución de la materia.

Aquí estamos, con los niños y las mujeres

que nada más se saben himnos y canciones de combate

y no pueden ahora conocerte

porque ignoran las plegarias que tú puedes considerar.

Somos los que rompimos las fotos de la primera comunión

por miedo a que no nos acogieran en su filas

los que te traicionamos sin esperar a que el gallo cantara tres veces

sino en cuanto le vimos las espuelas en el aire.

Los que ayudamos a cerrar las escuelas

donde aprendimos de niños a quererte

y luego nos dispusimos a golpear, a delatar

y a morir lejos, lo más lejos posible, de tu mirada.

Hemos vuelto, estamos de regreso

regocijados porque nos recibiste

y tu casa de siempre vuelve a ser nuestra casa.

Lo que no sabemos todavía, Señor

es si nos podremos perdonar nosotros.

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