Sacerdotes criollos en las guerras por la independencia

Honremos a tres héroes desconocidos

La historia en no pocas ocasiones es desconocida por varias razones, una no es contada, otra es parcialmente contada, lo más frecuente no se considera en el presente como un valor a hacer referencia. Por tal motivo, presento un resumen según la bibliografía que poseo de «tres curas criollos» que participaron en nuestras Guerras por la Independencia de España.

Diego José Baptista y Rodríguez de Orellano sacerdote y patriota bayamés.

Se le recuerda como un hombre de sonrisa floreciente, muy cercano a los pobres. Fue vicario de la Arquidiócesis de Santiago y un reconocido orador. Su espíritu abierto y la amabilidad de su carácter lo hicieron director espiritual de muchas familias bayamesas de la época. Se presentaba como “sacerdote cubano”.

Una de sus cualidades más reconocidas era su patriotismo: ya fuera en el púlpito, en el confesionario, en visitas a familias o simples conversaciones, era posible apreciar su gran amor a la patria. Se le considera precursor de los acontecimientos de 1868 y animador de la generación que encabezó estos sucesos. Uno de los momentos más conocidos en que interviene este sacerdote es al permitir a Perucho Figueredo y Manuel Muñoz Cedeño la interpretación instrumental, en la Parroquial Mayor, de la marcha guerrera que luego se convertiría en Himno Nacional de Cuba. El 11 de junio de 1868, durante el Te Deum y procesión de la Fiesta de Corpus Christi, se ejecutó la música, ante las autoridades coloniales de la villa, entre ellos el propio teniente gobernador Julián Udaeta. Tal vez el hecho más conocido de su vida patriótica fue la bendición de la bandera de Carlos Manuel de Céspedes. Días después de la toma de Bayamo por las tropas insurrectas, el 8 de noviembre de 1868, Céspedes y su Estado Mayor se unieron a los bayameses en la Parroquial Mayor, en celebración iniciada a las diez de la mañana.

José Francisco Esquembre Guzmán el único clérigo ultimado por los españoles en la gesta independentista.

Nació el 28 de julio de 1838, en Santiago de Cuba. Allí cursó estudios en el Colegio Seminario de San Basilio El Magno –aún vigente– hasta que se fue a La Habana, donde recibió las sacrosantas órdenes en 1861. A la ciudad natal volvió para ejercer de capellán de coro de la Catedral y secretario del Cabildo; pero en 1864 fue cesado de sus funciones por el arzobispo provisional José Orberá y Carrión, distinguido por la ojeriza al clero criollo.          

Ya en La Villas al ocurrir el alzamiento independentista en febrero de 1869, muchos de sus feligreses marcharon a la manigua. Cuentan que cuando la partida comandada por Marcelino Hurtado –perteneciente a las fuerzas del general Federico Fernández Cavada– ocupó el poblado de Yaguaramas, el sacerdote simpatizante de la independencia mandó a repicar, jubilosamente, las campanas de la modesta iglesia.

Los libertadores acudieron ante su joven párroco. Vale recordar que la mayoría de las personas entonces profesaba la fe católica, como herencia de siglos de colonización. Era natural que los campesinos devenidos soldados pidieran la bendición de su gallardete, para alcanzar triunfos en las batallas por venir.

Relata -Emilio Bacardí en Crónicas de Santiago de – que, ante sus parroquianos y estimulado por su sentimiento nacionalista, el padre Esquembre bendijo solemnemente la bandera y luego subió al púlpito para dirigir un patriótico discurso a los presentes. Los llamó a no claudicar en la lucha y elevó oraciones por el éxito de la naciente república.

El asalto a Yaguaramas tuvo mayor repercusión por la audacia del presbítero, que por el resultado de las armas cubanas en sí. Más allá de lo breve, la aventura mambisa del padre Esquembre no pasó inadvertida y provocó la ira de las autoridades militares y religiosas.

Solicitó su traslado a la jerarquía eclesiástica y esta lo remitió al curato de Quiebra Hacha, en Pinar del Río. Ni en el recóndito paraje logró evadir la cólera de los voluntarios que, a los tres días de haberse instalado en el nuevo cargo, en abril de 1869, lo detuvieron y condujeron a La Habana.

Casi por un año estuvo preso el padre Esquembre en la capital sin que se le formara causa, hasta que se le llevó de vuelta a Cienfuegos, donde lo reclamaba la justicia. Un consejo de guerra verbal lo condenó el 19 de abril de 1870, por delito de infidencia, a ser despojado de su condición sacerdotal y pasado por las armas. El 29 de abril de 1870, en la cárcel de Cienfuegos, inició a las ocho de la noche el último acto del drama judicial contra el padre Esquembre.

Los disparos profanaron el aire de Cienfuegos, el 30 de abril de 1870, señal de que se había cumplido una de las ejecuciones habituales en esos días convulsos de la guerra.

Gran repercusión tuvo el trágico e inaudito suceso en la prensa internacional. El 4 de mayo de 1870, The New York Times se hizo eco del fusilamiento del sacerdote cubano. Mientras el Diario Cubano, de esa misma ciudad, publicó en su edición del día 5 una sentida crónica al mártir.

Guillermo Abad Eloy González Arocha

Nace el 25 de junio de 1868 en el ultramarino pueblo de Regla. Su bautizo ocurrió el 8 de julio del mismo año. Su familia debido a dificultades económicas se muda a Guanajay. A los nueve años manifiesta su vocación al estado sacerdotal. Debido a no poder aportar los gastos de sus estudios se le concede ‘media beca’ en agosto de 1877. Dos años más tarde debido a su buena conducta y aprovechamiento docente se le concede ‘beca entera’.

En 1885 el obispo Fernández de Piérola le concede la ‘tonsura’ y las cuatro órdenes menores. En agosto de 1889 solicita recibir el diaconado. Ya para ser ordenado sacerdote necesitaba una dispensa debido a su edad, la cual le fue concedida, la ordenación como presbítero oficiada por el obispo Manuel Santander Frutos fue el 16 de septiembre de 1890.

Párroco de san Marcos de Artemisa el 1º de octubre de 1893. Se destacó por su laboriosidad y sencillez, emprendió la reparación el cementerio y la iglesia con sus reservas y luego con ayudas recibidas. La iglesia queda restaurada para la fiesta de san Marcos el 25 de abril de 1894.

En 1896 se esperaba la invasión que llegaría a Vuelta Abajo comandada por Antonio Maceo. El Padre y la valiente Magdalena Peñarredonda la patriota Delegada de la Revolución en Vuelta Abajo y responsable de las redes de inteligencia y aseguramiento del general Antonio Maceo se vincularon y conspiran con Pedro Lacoste quien fungía como presidente de la Junta Revolucionaria de la Habana. Todos compartirán responsabilidades a partir de la llegada de los insurrectos. Junto a ellos, Elvira Llerena y su hermano Eduardo. Con el seudónimo de Virgilius para los servicios secretos mambises, Arocha continuó el trabajo desplegado por Peñarredonda cuando esta fue hecha prisionera. Ante la sospecha de ser descubierto, cambió su seudo por el de Favio Rey con el que trabajó hasta concluida la guerra.

La iglesia es ocupada por el general Arolas quien establece en el templo su cuartel general, el Padre Arocha traslada lo relacionado con el culto para su casa donde celebraba la misa. Un archivero-sacristán lo denuncia por su compromiso patriótico. Valeriano Weyler dispone su fusilamiento. El obispo Manuel Santander le ordena se traslade a La Habana, así lo hace, el Obispo dada su jerarquía eclesiástica se entrevista con Weyler obteniendo le deje libre con una condición que embarque hacia España. En septiembre de 1896 se escapa y logra regresar a su parroquia. El general Arolas solicita se le nombre capellán del hospital militar, allí el Padre prestó ayuda a los ‘reconcentrados’. Establece tres lazaretos para ingresar a personas con enfermedades infecciosas. Por gestión personal se construyeron en Artemisa, en un camino adyacente al perímetro urbano del poblado unos barracones que sirvieron para que los reconcentrados arrojados a las calles del pueblo pudieran guarecerse.

Al terminar la guerra recibe -el grado de capitán honorario- del Ejército Libertador. Después crearía una escuela para niños sordos mudos y con retraso mental. Fue un gran benefactor. En 1901 recibió una gran sorpresa fue postulado para ocupar un puesto en la Cámara de Representantes por la provincia de Pinar del Río. Sin realizar campaña alguna resulta electo en 1902. Sus principales obras: defendió a la religión católica que no tenía una buena imagen debido a que la mayoría del clero era español y defendían a la Corona, fue autor de un proyecto escolar para la enseñanza primaria y secundaria, aboga por la creación de una escuela normal para maestros y profesoras de kindergarten, abogó por la creación del Consejo Supremo Escolar, presenta un proyecto de Ley Agraria. Funda la revista católica ‘El amigo de la Verdad’ que sostuvo por casi tres años. Además, se desempeñó como vocal de la Junta Central Superior de Beneficencia, defiende a la Escuela Correccional de Varones en Aldecoa.

La prensa publica el 1 de abril de 1939 la muerte de Monseñor Guillermo González Arocha. Su cadáver fue expuesto en La Catedral recibiendo los oficios pertinentes y el homenaje del pueblo de Vuelta Abajo junto a los feligreses habaneros. El cortejo fúnebre fue el de un oficial muerto en campaña con la carroza militar y con banda de música. En la necrópolis de Colón le rindieron los honores de capitán del Ejército Libertador, junto a las descargas de ritual, los sollozos del pueblo mostraron el reconocimiento a su gran obra como sacerdote, sus méritos durante la Guerra del 95 y toda cuanta labor social realizó.

Eduardo Vázquez Pérez señaló… “Si los atributos del patriotismo, la virtud y la bondad fueran elementos concluyentes para beatificación, de seguro, el padre Arocha además de capitán mambí, sería reconocido como santo”. Prosigue… “Sin embargo, la actuación del padre Arocha durante la guerra de independencia es absolutamente lógica con el resto de su vida —pre y post bélica— de entrega al mejoramiento humano. Pero esa otra vertiente ha pasado a un plano de penumbra histórica”.

Consideraciones.

  • Las historias de «los sacerdotes mambises» están en la penumbra de los libros de texto, ausentes de las efemérides tanto en nuestra Iglesia como en los medios de comunicación desde el siglo pasado.
  • En pocos artículos se puede encontrar parte de sus biografías. La del Padre Arocha está documentada en los archivos de Artemisa. Quedan otros muchos sacerdotes por investigar, una tarea pendiente.
  • Los tres fueron los de mayor connotación en sus momentos. El P. Baptista en el inicio de la Guerra del 68 en Bayamo, el P. Esquembre su protagonismo en las Villas en 1859, el P. Arocha en Artemisa de 1896 en adelante.
  • El Padre Arocha con su conocida máxima… “caminaba por la vida de la mano de Dios y de la Patria” reflejó el pensar, el sentir y el servicio que prestaron a Dios y a la Patria.
  • En el parque de la iglesia de san Marcos en Artemisa hay un busto del Padre Arocha. En el Prado cienfueguero un monumento recuerda a los 23 patriotas fusilados en Marsillán durante la gesta del 68 entre ellos el padre Esquembre.
  • Demos a -estos hijos ilustres de la Patria- el lugar que les corresponde en la historia de la nacionalidad cubana.

Referencias bibliográficas

  1. Maylín Yero Perea. 14 de febrero de 1876, fallece Diego José Baptista y Rodríguez de Orellano. Vida Cristiana, 12 de febrero de 2023
  2. Igor Guilarte Fong. Elogio a un cura ¿mambí? Cienfuegos Cuba Historia.  http://bohemia.cu/historia/2020/06/elogio-a-un-cura-mambi/
  3. Perla Cartaya. GLOSAS CUBANAS.  Memorias del Padre Arocha. Palabra Nueva, Año XVIII, no. 190, nov. 2009
  4. José E Collazo. EL PADRE AROCHA: SACERDOTE Y PATRIOTA. Inédito. 1-02-2019
  5. Eduardo Vázquez Pérez.  El Padre Arocha. De cura a capitán mambí.  22-03-2013

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