Radiaciones ionizantes. Ignorancia ante lo desconocido

Ante la interrogante ¿son nocivas las radiaciones ionizantes? la mayoría absoluta de las personas ofrece casi invariablemente una respuesta afirmativa. Sin embargo, la realidad es que muchas veces, al menos en la práctica asistencial diaria, actuamos ignorando este precepto.

A menudo he podido observar como los usuarios de los servicios de salud que acuden a los diferentes niveles de atención no se sienten bien atendidos si no son objeto de un grupo de estudios complementarios imagenológicos, dígase radiografías, tomografías u otros. Esta realidad, lamentablemente, se ve acrecentada en la atención pediátrica, donde resulta habitual escuchar de boca de la madre u otro miembro de la familia la condenatoria expresión: “ni siquiera una plaquita le mandó al niño”. Al parecer esa tendencia contemporánea, agudizada por lo difícil de las circunstancias actuales, que entraña la incertidumbre respecto al mañana, y que ha investido a las personas de una desesperada urgencia por tratar de adquirir todo cuanto le es posible (aunque de momento no represente una necesidad),encuentra en la atención médica un terreno fértil. Aún más por cuanto es ampliamente accesible, gratuita e incluso, a veces, excesivamente paternalista, conduciendo a la población al razonamiento de que si existe este u otro recurso, debe ser usado conmigo, al margen de que sea o no necesario, a fin de cuentas “hay que aprovechar”.

¿Será acaso que cuando decimos ser conscientes del daño provocado por las radiaciones ionizantes tenemos en mente sucesos de carácter tristemente apocalíptico como las detonaciones de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki o el accidente en la central nuclear de Chernóbil? Aunque la tasa de radiaciones a las que fueron sometidas las víctimas de tales sucesos dista grandemente de las dosis emitidas por los equipos de diagnóstico radiológico, no debemos ignorar que se trata igualmente de radiaciones ionizantes, cuya utilización reporta muchos beneficios a la humanidad, pero también conlleva riesgos, que inciden sobre grupos específicos y sobre la población en su conjunto, siendo potencialmente capaces de provocar serios y disímiles daños sobre la salud devenidos de un uso irresponsable de las mismas

Tales daños se explican puesto que la energía depositada por la radiación en la materia viva produce cambios en las estructuras celulares, dando lugar a efectos que pueden ser perjudiciales. Los mismos pueden ser somáticos o hereditarios, los primeros se manifiestan en los individuos expuestos, los hereditarios, por el contrario, en su descendencia.

El ADN del núcleo celular es el blanco biológico más crítico. Una dosis absorbida de 2 gray (Gy) puede matar la célula media en división y basta para originar centenares de lesiones en sus moléculas de ADN las cuales se generan a partir de modificaciones en la estructura de la molécula, rompiendo los enlaces entre azúcares que unen los nucleótidos que forman el ADN o los puentes de hidrógeno que unen las dos cadenas de ADN, entre otras posibilidades. También puede alterarse la secuencia de bases nitrogenadas del ADN, generando pérdidas y cambios entre otras transformaciones. Algunas de ellas son reparables, sin embargo, el daño del ADN sin reparar o mal reparado puede manifestarse en forma de mutaciones, cuya frecuencia parece aumentar como una función lineal de la dosis, sin umbral.

El desarrollo de cáncer, se debe, efectivamente, a tales daños en la reparación del ADN. No debe sorprendernos, entonces, que en la última década se hayan reportado casos cada vez más frecuentes de tumores de cabeza y cuello afectando a médicos intervencionistas, sobre todo para el personal de las salas de cateterismo cardiaco, reportándose estirpes de alta malignidad asociadas con exposición ocupacional a la radiación

Ahora bien, no todas las células pertenecientes a los distintos tejidos responden igual a la agresión radioactiva. Las células maduras que no están en división son relativamente radiorresistentes, pero las que se dividen dentro de un tejido son radiosensibles. Por lo que la irradiación intensiva puede matar un número suficiente para que el tejido se atrofie. La rapidez de esta atrofia depende de la dinámica de la población celular dentro del tejido afectado; es decir, en órganos caracterizados por un recambio celular lento, como el hígado y el endotelio vascular, el proceso es típicamente mucho más lento que en órganos caracterizados por un recambio celular rápido, como la médula ósea, la epidermis y la mucosa intestinal.

De ello se deriva que dentro de los tejidos menos radiosensibles tengamos, además de los ya mencionados, al hueso, músculo y sistema nervioso. Mientras que a los más radiosensibles se suman el bazo, timo, ganglios linfáticos, gónadas y cristalino. Resulta imperativo comprender que, dado que la sensibilidad de las células expuestas varía según su tasa de proliferación y en relación inversa con su grado de diferenciación, tanto el embrión como el niño en crecimiento terminan siendo los más vulnerables a los efectos de la irradiación.

Tenemos así que la exposición a la radiación durante la gestación puede provocar 3 clases de efectos en la criatura: muerte, anomalías congénitas o efectos tardíos (cáncer y defectos hereditarios). Se puede provocar la muerte con dosis tan pequeñas como de 0.1 Gy antes o después de la implantación del embrión en la pared uterina, o con dosis más altas durante el resto del desarrollo intrauterino. Además, la Comisión Internacional de Protección Radiológica (ICRP) ha establecido que un retardo mental (IQ < 100) puede ser inducido por la exposición a la radiación, sobre todo en el periodo de mayor radiosensibilidad (semanas 8 a 15). Y de los resultados de diversos estudios se deduce que la irradiación prenatal puede originar un incremento del 4.000 % del riesgo de leucemia y otros cánceres infantiles evidenciado por la evidente asociación entre estos y la exposición prenatal a rayos X diagnósticos.

No obstante, los efectos sobre la descendencia no solo comprenden el periodo de la gestación, sino que las irradiaciones resultan en el daño a las células reproductoras provocando graves trastornos hereditarios en forma de mutaciones genéticas en el material hereditario de la célula. La ICRP estima que el riesgo de un daño hereditario serio dentro de las primeras 2 generaciones seguidas a la exposición de la radiación de cualquiera de los padres es de alrededor 10/1 000 000 por mSv

Además de lo antes expuesto, los efectos perjudiciales de la radiación ionizante sobre la salud humana abarcan lesiones graves con resultado fatal rápido. La naturaleza, frecuencia y gravedad de las mismas dependen de la radiación en cuestión, así como de la dosis y las condiciones de exposición.

En términos de protección radiológica todos estos daños pueden ser clasificados como efectos estocásticos y efectos tisulares o determinísticos. En los efectos tisulares o deterministas los daños aparecen dependiendo del nivel de exposición al que se ven sometidos los tejidos biológicos. El efecto será sólo observable clínicamente si la dosis de radiación está por encima de un valor umbral. La mayoría de esos efectos exigen niveles relativamente altos de exposición y sólo se encuentran, por lo tanto, en víctimas de accidentes nucleares, pacientes sometidos a radioterapia u otras personas que recibieron irradiaciones intensas como puede ocurrir en los procedimientos intervencionistas, en particular, cuando los procedimientos intervencionistas guiados mediante fluoroscopia son complejos y requieren tiempos de radioscopia muy largos o la adquisición de numerosas imágenes. Un ejemplo es el eritema, “enrojecimiento” de la piel debido a procesos inflamatorios o inmunológicos, que puede aparecer pocas horas después de una exposición aguda a la radiación con una dosis en piel de unos 2-3 Gy para las energías de radiación emitidas por los equipos radiológicos utilizados en las intervenciones. Los niveles de exposición, tanto para el personal ocupacionalmente expuesto como para el público, derivados de procederes de diagnóstico radiológico, resultan inferiores a los niveles que inducirían efectos deterministas

Eritema

Los efectos estocásticos se presentan a bajas dosis de radiación y, como su nombre lo indica, ocurren al azar; la probabilidad de que se presente un efecto estocástico aumenta con el nivel de exposición a la radiación o dosis de radiación. El efecto estocástico no tiene, por lo tanto, un umbral para su aparición.Los ejemplos típicos son el cáncer y los defectos hereditarios.Tales efectos generalmente afectan a profesionales de la radiología, o bien a pacientes expuestos a bajas dosis periódicas de radiación o a dosis mayores en un largo período de tiempo y aunque no es posible evitarlos del todo,puesto que no existe evidencia científica de un umbral para ellos, sólo limitando las dosis podemos reducir su probabilidad de aparición.Es en este marco que surge la protección radiológica como una herramienta para el manejo de las medidas de protección de la salud contra los riesgos generados por el uso de radiación ionizante tanto para las personas como para el medio ambiente. Persigue como objetivos evitar los efectos deterministas y limitar los efectos estocásticos a niveles aceptables, proporcionando un nivel apropiado de protección, sin limitar indebidamente las prácticas beneficiosas que dan lugar a la exposición de la radiación ionizante.

La protección radiológica se erige sobre tres pilares fundamentales: justificación, optimización y límite de dosis. Plantea que no debe adoptarse ninguna práctica que signifique exposición a la radiación ionizante si su introducción no produce un beneficio neto positivo; que tal exposición debe ser tan baja como sea razonablemente posible y que las dosis de radiación recibidas por las personas no deben superar los límites establecidos en la normativa nacional. Solo así se logra evitar la aparición de efectos deterministas (dependientes de umbral de dosis) y reducir al máximo las posibilidades de sufrir efectos no deterministas (cáncer y trastornos hereditarios)

No obstante, resulta imposible cumplir a cabalidad las normas de protección radiológica si los mismas son conocidas y respetadas solamente por profesionales de la salud. La concientización social es necesaria.

Conozcamos los riesgos que ataña el uso irresponsable de las radiaciones y renunciemos a ejercer presión para recibir exámenes radiológicos innecesarios. Abstengámonos de lanzar la primera piedra cuando algún médico (en especial pediatra) opta por un enfoque conservador en cuanto al diagnóstico radiológico y contribuyamos en instruir a la población en general acerca del tema. Aceptemos nuestra responsabilidad como entes activos en la salvaguarda de nuestra salud y la de nuestros semejantes, tal como expresó Marie Curie, ganadora de dos premios Nobel y pionera en el campo de la radioactividad: “Nadie puede construir un mundo mejor sin mejorar a las personas. Cada uno debe trabajar para su propia mejora”.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

REVISTA VITRAL

VITRAL WEB ESTÁ EN LA RED DESDE EL 22 DE FEBRERO DE 1999, CÁTEDRA DE SAN PEDRO

Mostrar Botones
Ocultar Botones
Scroll al inicio