La propagación de los apellidos en el terruño

El nuevo ser engendrado es ya persona.

La baja natalidad y el envejecimiento poblacional son problemas tanto a nivel mundial como nacional, lo que afecta negativamente el relevo generacional. Este fenómeno tiene un impacto considerable en los países con mayor desarrollo económico, mientras que, en aquellos con condiciones socioeconómicas menos favorables, la situación es aún más crítica. A continuación, realizaré un breve análisis de las causas que trascienden lo meramente económico y presentaré algunos fundamentos para fomentar la natalidad.

En Cuba, se observa un fenómeno social característico de naciones que enfrentan serios desafíos económicos, como el creciente éxodo de ciudadanos en busca de mejores oportunidades personales y familiares. Desde la década de 1960, la falta de viviendas para los matrimonios jóvenes ha influido en la natalidad, afectando la continuidad de los apellidos paternos y maternos. La ausencia de un entorno propio ha contribuido al aumento de divorcios, a que muchos descendientes no sean criados por sus progenitores biológicos y a la formación de nuevos matrimonios.

Es importante profundizar en los aspectos antropológicos, sociales y culturales que moldean las percepciones y decisiones de numerosas parejas, tanto aquí como en otros lugares. La devaluación de la identidad de la mujer, de la familia y de la vida misma, así como del aporte social, es un fenómeno preocupante. Una de las tendencias que ha contribuido a esta devaluación es el movimiento ‘feminista’, que promueve el «pro-choice» como un derecho de la mujer a decidir sobre su embarazo, presentando el aborto como parte de los ‘derechos reproductivos’.

Como biólogo, he defendido la importancia de comprender al ser humano desde la perspectiva de la especie Homo sapiens, un conocimiento que ha sido distorsionado o casi eliminado por la desacralización de nuestras sociedades. El antropocentrismo extremo, que lleva a hombres y mujeres a considerarse el centro de la creación, puede explicar ciertas mentalidades actuales. La desacralización, que va más allá de la mera exclusión de la religión en el ámbito social, ha promovido desde finales del siglo XIX la marginación de Dios, lo que ha llevado a que los valores de la vida, defendidos por el cristianismo, sean poco valorados. Rupert Sheldrake, un biofísico inglés, afirmó en 1987: «La desacralización del mundo ahora parece aterradoramente destructiva, incluso a los ojos de muchos humanistas. Necesitamos recuperar un sentido de lo sagrado».

¿Qué aspectos debemos promover en la actualidad?

Pablo VI, en su Carta Encíclica Humanae Vitae (1968), expresó que «el problema de la natalidad, como cualquier otro referente a la vida humana, hay que considerarlo, por encima de las perspectivas parciales de orden biológico o psicológico, demográfico o sociológico, a la luz de una visión integral del hombre y de su vocación, no solo natural y terrena sino también sobrenatural y eterna» (No. 7).

Leahey y Harris aportan un dato relevante: «El cambio más importante en la moralidad sexual vino cuando la sociedad aspiró a poner en vigor «un vínculo de pareja permanente a través del matrimonio indisoluble buscando mejorar el estatus de las mujeres, la iglesia cristiana fomentó el matrimonio de vínculo de pareja, unión de toda la vida entre un hombre y una mujer no simplemente como una pareja sexual sino en amistad y compañerismo íntimo». El estatus de las mujeres se elevó porque ahora debían consentir en casarse y no podían ser abandonadas.

El Papa Francisco, en la Exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia (2016), señala que el matrimonio es un «don» del Señor (cf. 1 Co 7,7). Esta valoración positiva implica un fuerte énfasis en cuidar este don divino: «Respeten el matrimonio, el lecho nupcial» (Hb 13,4). Este regalo de Dios incluye la sexualidad: «No os privéis uno del otro» (1 Co 7,5) (No. 61). En el No. 80, se menciona que el niño que llega «no viene de fuera a añadirse al amor mutuo de los esposos; brota del corazón mismo de ese don recíproco, del que es fruto y cumplimiento». El niño no es el final de un proceso, sino que está presente desde el inicio del amor como una característica esencial que no puede ser negada sin mutilar al amor mismo. Desde el comienzo, el amor rechaza todo impulso de cerrarse en sí mismo y se abre a una fecundidad que lo prolonga más allá de su propia existencia. Pierre Teilhard de Chardin nos recuerda: «Empezamos a cobrar conciencia de que, lejos de ser meramente espectadores de la gran historia de la Evolución, estamos llamados a ser sus continuadores».

Consideraciones finales:

– En estos tiempos, nadamos contra corriente en cuanto a los principios y valores de la familia, la vida y la concepción de la persona, así como en la construcción de un mundo mejor.
– El desafío de la familia en la sociedad moderna no consiste en negar los ideales en nombre de la realidad, sino en redefinir y reconstruir esos ideales a partir de las nuevas condiciones que configuran la realidad actual.
– Los católicos reafirmamos nuestros fundamentos, que dan un sentido real a la vida y nos permiten desarrollar plenamente nuestras dimensiones, contribuyendo al bien social.
– La visión antropológica cristiana es uno de los principales aportes de la Iglesia, que ofrece una perspectiva humanista.
– Muchos matrimonios afirman que es necesario crear las condiciones para tener un hijo o un nuevo hijo. En el contexto cristiano, estas condiciones implican concebir el acto generativo a la luz de una visión integral del ser humano. Un hijo deseado es una señal de buena fortuna para la familia.
– La naturaleza humana posee en su interior ciertas leyes que deben respetarse para que el ser humano se desarrolle plenamente, actuando de acuerdo con su esencia.
– La economía de los padres, el costo de la vida, el hábitat propio, la atmósfera social y la educación de los hijos son factores fundamentales que deben ser garantizados tanto por los gobernantes como por los ciudadanos.

Referencias bibliográficas
  • Collazo, José E. «El inicio de la vida. Algunos valores esenciales. El punto de vista de la Antropología cristiana.» Rev Bioética, mayo-agosto 2006, pp. 17-ss.
  • Gallagher, Monseñor Paul. Secretario del Vaticano para las Relaciones con los Estados. ACI PRENSA, 18 de abril de 2021.
  • Lahey, T.H., y Harris, R.J. «Estadios del desarrollo intelectual en: Aprendizaje y cognición.» Aprendizaje y cognición, 4ª edición, Prentice Hall, Madrid, 1998, pp. 355, 388.
  • Lucarelli Castagno, Sandra E. «Los jóvenes y la paternidad responsable. Un problema aún no resuelto.» Rev Bioética, enero-abril 2016, pp. 9-ss.
  • Mifsud, Tony. «Ética y Familia.» Rev Cuadernos, suplemento, julio-agosto 2014, p. 7.
  • Sheldrake, Rupert. El Renacimiento de la Naturaleza. El resurgimiento de la ciencia y de Dios. Digitalizado por Biblioteca Upasika, www.upasika.com.
  • Teilhard de Chardin en Emiliano de Aguirre. «Documentación fósil de la Evolución Humana.» En M. Crusafont, B. Meléndez, E. Aguirre. La Evolución. Teilhard de Chardin: evolución y cristianismo, tercera edición, BAC, Madrid, 1978, pp. 650-ss.

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