Por: Orlando Junnior Jordan Munera, seminarista
Al inicio de su pontificado, Su Santidad el Papa Francisco, nos habló acerca de la teología del encuentro, la cual nace a partir del encuentro cercano y profundo de nuestra persona con la persona de Jesucristo Salvador, y que a su vez, nos invita y motiva a vivir encontrándonos con los demás, con los hermanos, con aquellos que también vienen siendo el rostro de Jesús en medio de una sociedad que cada día busca convertirse en una sociedad compuesta por personas ensimismadas e indiferentes frente a las realidades de los demás. Desde luego, Cuba, su contexto, su situación, no es para nada ajena a esa tendencia mundial del “sálvese quien pueda” en donde el otro termina por ocupar un segundo o un tercer lugar dentro de mis prioridades.
Así pues, en medio de un panorama nacional nada alentador, donde la escasez de combustible, de alimentos y demás insumos prioritarios son una barrera; cobra una real admiración el hecho de que un grupo de jóvenes pertenecientes a todas las parroquias de nuestra diócesis de Pinar del Río, hayan decidido por unos días dejar a un lado las preocupaciones cotidianas, para salir al encuentro con Jesús y con los demás hermanos en la fe. De este modo, haciendo nuestras las palabras del Evangelio, y asumiendo la actitud de la Virgen María que salió al encuentro con su prima Isabel, aproximadamente 75 jóvenes decidieron salir para vivir un encuentro de fe y de fraternidad en el que todos tuvimos la oportunidad de sentirnos verdaderamente hermanos desde el 2 hasta 5 de agosto del presente año.
De este modo, nuestra jordana nacional de la juventud comenzó con la llegada de múltiples grupos juveniles, los cuales venían llegando con sus maletas bien grandes cargadas de ropa, y comida para compartir. Detrás de este gran entusiasmo, y de la presencia de estos jóvenes, resulta de gran importancia el esfuerzo de muchas comunidades, de muchos párrocos para sobreponerse a las dificultades ya conocidas del transporte. Sin duda, sin el esfuerzo de muchos, nuestro encuentro no hubiera sido posible. Pero como el mismo Papa Francisco nos dice, todos como Iglesia decidimos sobreponernos a todas las dificultades, y nadamos contracorriente para que la Iglesia joven de Pinar del río, viviera de la mejor forma estos días especiales de encuentro.
Luego de la acogida y bienvenida en la Casa Loreto, adjunta al obispado de Pinar del Río, emprendimos esta gran aventura donde jóvenes de todos los rincones de nuestra diócesis pudimos encontrarnos para vivir la Eucaristía de apertura celebrada en la Catedral de San Rosendo, para luego dar paso a la cena y posteriormente, un momento de animación e integración, el cual fue acompañado por un gran ágape, logrado con aquello que los mismos jóvenes habían traído para compartir. destacamos, que este fue el momento propicio para romper el hielo y así empezar a tratarnos con naturalidad y cariño.
El segundo día, comenzamos con la oración de Laudes, para luego vivir momentos claves en nuestra jornada, tal como fueron los centros catequéticos y la Lectio divina centrada en el texto de Lucas 1,39 “María se levantó y partió sin demora”, para luego retroalimentarnos mutuamente con los ecos que la misma Palabra había dejado en nuestros corazones. Otro momento fuerte de este día, fue la participación del bien llamado festival de la alegría, el cual consistía en una feria vocacional, donde todos los carismas religiosos que hacen presencia en nuestra diócesis, pudieron darse a conocer frente a nuestros jóvenes. Por último y para cerrar con broche de oro este segundo día, vivimos el campus de la misericordia, donde en medio de una vigilia de oración, muchos de estos jóvenes decidieron reconciliarse sacramentalmente con Jesús, y así, después de haber experimentado la misericordia y el amor de Dios, fuimos a dormir en su paz.
Nuestro tercer día, y para no perder la sana costumbre, comenzamos con nuestra oración matinal, para luego vivir una charla mariana, seguido de una formación especial a cargo de nuestro obispo Juan de Dios, el cual, con voz de pastor habló y aconsejó a nuestros jóvenes en aspectos y realidades propias de su etapa de vida. Después del almuerzo, en el santuario diocesano de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, rezamos juntos el Viacrucis para luego dar cabida a nuestro Rally, el cual consistía en realizar una carrera de observación por toda nuestra ciudad, pasando particularmente por los lugares más emblemáticos a nivel religioso. Ya al caer la noche, todos participamos en nuestra Gala cultural y de reconocimiento a todos nuestros jóvenes. Fue sin duda algo extraordinario al ver como todos los jóvenes sacaban de una manera espontánea todos sus talentos y los ponían al servicio de los demás.
El sábado 5 de agosto, nuestro último día, vivimos el rezo del Rosario de Aurora, donde en la medida que entonábamos cada avemaría, experimentábamos como salía el sol y se disipaba la oscuridad de la noche. En nuestros corazones le pedíamos a la Virgen María su intercesión por todos los jóvenes del mundo. Por último, y para terminar de la mejor manera nuestra JNJ, celebramos juntos la Misa de clausura, presidida por nuestro asesor de pastoral juvenil, Jeferson Zapata. De esta manera, todos los jóvenes salieron con ánimos renovados a sus respectivas comunidades, con dos claros objetivos. El primero, iluminar con su propia luz la vida sus hermanos durante estos días, el segundo, no esperar tanto tiempo para vivir de nuevo un encuentro de tal magnitud.
De esta forma, nuestros jóvenes en comunión con todos los jóvenes del mundo, y en especial los que participaron de la JMJ 2023, vivieron y experimentaron el encuentro que supera toda barrera física, pues comprendimos que los lazos espirituales son mucho más fuertes y sólidos que cualquier otro.
