“No estoy de acuerdo con lo que dices,
pero defenderé con mi vida
tu derecho a expresarlo”.
Atribuida a François Marie Arouet, Voltaire.
Esa frase fue pronunciada recientemente por un personaje que se la atribuyó, erróneamente a Churchill. La burla de otros, por equivocarse quien la empleó, no se hizo esperar y el debate se centró en el error cometido, en vez de alabar lo que se quiso expresar.
Brillante, esta frase, atribuida a Voltaire, filósofo francés del siglo XVIII, resume de lo que carece el mundo en este momento: Reconocimiento del derecho de los demás a tener opiniones diferentes y a expresarlas.
Mientras más vemos las polémicas del mundo actual, más resalta una característica: INTOLERANCIA.
No queremos reconocer, no ya que el otro en discordia puede tener la razón, sino que no queremos reconocerle ni tan siquiera el derecho a expresar con toda libertad lo que opina y eso se observa en la vida pública y desgraciadamente se extiende a la vida privada.
Una forma de intolerancia se puede observar hasta en la relación padres hijos, cuando el padre le dice al hijo “TE DIJE QUE NO”, sin argumentar los porqués, sin explicar al hijo las razones de la negativa, dije que NO y ya.
Pero, que le van a pedir a los adultos si los que conducen las riendas de los gobiernos en el mundo, llamados a ser ejemplo, no quieren escuchar más voz que la de ellos mismos y se atribuyen el derecho a opinar por los demás y, lo que es peor, defienden sus criterios particulares diciendo que es el deseo de los demás.
En la situación mundial actual en ocasiones me parece que una Audiometría ayudaría a la política porque, tal vez, colocar prótesis auditivas permitiría que unos escuchasen a los otros y así podrían entenderse.
Estamos en una Torre de Babel Mundial en la que todos quieren llegar a lo alto (El Poder) o mantenerse en el, argumentando que lo hacen por el Bien Común, cuando, en mi opinión, el Bien Común exige que todos esos políticos y gobernantes intolerantes reciban su propia medicina y dejen de ser escuchados por el pueblo para que prediquen en un desierto y si es en el centro del desierto del Sahara, mejor aún (y sin agua). Como moderna Torre de Babel, Dios hizo que los que están (O pretenden estar) dirigiendo el mundo, hablen lenguajes tan disímiles que no pueden comprenderse ni entre ellos ni con aquellos a los que dirigen, sin embargo, a diferencia de la historia bíblica, todos ellos hablan un lenguaje común, el más difícil de comprender, el lenguaje de la INTOLERANCIA.
Volviendo a Voltaire, huyendo de la Francia de Luís XV, se domicilió en Potsdam, donde Federico II de Prusia tenía su palacio preferido, Sans Souci, en este palacio el Emperador, que admiraba a Voltaire, siempre y cuando criticara al rey francés y no al emperador prusiano, mandó a decorar una habitación en el más puro estilo Rococó, de moda en Francia en esa época, convidando a Voltaire a vivir en ella, me contaron los guías, cuando tuve la oportunidad de visitar Sans Souci (En dos ocasiones), que el francés se negó a residir en ella, argumentando que no había escapado de un tirano para refugiarse bajo la sombra de otro, desde luego, tuvo que salir de Prusia. Federico lo admiraba pero amaba apasionadamente la intolerancia.
A hierro muere quien a hierro mata, los intolerantes merecen intolerancia, lo curioso es que cuando el intolerante no tiene poder, reclama tolerancia, apenas coloca una mano en la borda del barco del Poder, ya comienza a manifestar su intolerancia; cuando los azares del destino los colocan de nuevo fuera, vuelven a reclamar tolerancia.
Y que conste, no me refiero ni a un país ni a un sistema ni a ninguna personalidad en particular, me refiero a LA INTOLERANCIA, que, desgraciadamente no es exclusiva de ningún grupo social, religioso ni político, es una forma de conducta que, como demuestra la situación actual en muchos países, es una forma más de hacer política.
Intolerancia mezclada con cinismo: Políticos.
Si le sumamos corrupción: Políticos en el Gobierno.
Seamos intolerantes solo con la Intolerancia.