Queridos lectores de Vitral, esta serie que he denominado SABER ENVEJECER, la voy a nutrir con lo que Francisco ha planteado al respecto. Francisco es nuestro Papa, pero sobre todo y muy en especial es un ejemplo vivo de lo que consiste SABER ENVEJECER. Francisco ya es anciano pero no se rinde a los achaques existenciales y enfrenta con toda la energía que Dios le inspira los momentos difíciles que vive la Iglesia y el mundo de hoy.
Comienzo pues por el análisis de algunas de frases esenciales dirigidas a la comprensión de la ancianidad.
En su Catequesis del 4 de marzo del 2015 expresó textualmente que: “El anciano no es un extraterrestre. El anciano somos nosotros: dentro de poco, dentro de mucho, inevitablemente, aunque no pensemos en ello. Y, si no aprendemos a tratar bien a los ancianos, así nos tratarán a nosotros”
También expresó al respecto en su Reflexión antes del rezo del Ángelus, JMJ Río 2013: “¡Que importantes son los abuelos en la vida de la familia para comunicar ese patrimonio de humanidad y de fe que es esencial para toda sociedad!”; y reforzó esta idea cuando en el Encuentro Mundial de las familias en Roma el 27 de octubre del 2013 expresó que: “Los abuelos son la sabiduría de la familia, son la sabiduría de un pueblo. Y un pueblo que no escucha a los abuelos es un pueblo que muere”.
Francisco con su sabiduría de siempre y con la inspiración de Dios, nos ubica correctamente en el sentido que tiene la vejez para la sociedad, porque comienza por decirnos que la ancianidad es en la práctica concreta parte esencial de la condición humana y nos llama la atención de que cuando nacemos, ya estamos predestinados a ser ancianos. Si antes en época de jóvenes no morimos, ineludiblemente llegaremos a ser ancianos. Solo la muerte anticipada nos hará escapar de la ancianidad.
Esto es muy importante recordarlo porque cuando atravesamos por las etapas de juventud y de madurez en la vida que nos ha tocado, surgen en muchas ocasiones la tentación de desestimar a los ancianos. Ya estéticamente pierden mucho de sus apariencias y algunos que se sienten muy jóvenes los desestiman y los rehúyen. A veces llegan a la desconsideración y hasta el maltrato. No todos son así, pero de que los hay los hay.
Francisco, nos llama concretamente la atención y nos recuerda que la ancianidad es parte esencial de la condición humana para que nunca lo olvidemos; pero es más aún, lo que nos dice Francisco al respecto cuando nos recuerda que los abuelos concentran la sabiduría que da el haber vivido mucho y que entonces juegan un papel esencial en la vida de la familia, porque están llamados a comunicar y testimoniar ese patrimonio de sabiduría que han acumulado. Si lo apreciamos correctamente comprenderemos que, Francisco le está aportando un sentido esencial para la vida de los ancianos La que no se puede ver como un final definitivo de todo y como un estorbo porque ya no pueden hacer las cosas que antes hacían.
Esto es muy importante meditarlo bien, no solo los que son más jóvenes, sino que también y muy en especial los que ya somos ancianos, porque Francisco nos ha dado un soplo de vida. Una razón fundamental de esperanza, una función que Dios quiere que asumamos en vez del desencanto y la angustia que puede causarnos las ideas de un final definitivo, sin que ya no tengamos nada más que hacer.
Francisco por otra parte, nos advierte que el desprecio por los abuelos y por la sabiduría que atesoran hace que… “un pueblo que no escucha a los abuelos es un pueblo que muere”.
En esto Francisco es enfático y plantea un llamado de atención a todos nosotros. A los abuelos para que comprendan, valoren y le den un uso adecuado a su sabiduría acumulada; y a los demás, que todavía no han llegado a la etapa de la ancianidad para que no olviden las experiencias que la ancianidad acumula durante la existencia terrenal, la que nunca debería desestimarse.
Hasta la próxima en que continuaré comentando lo que ha planteado Francisco al respecto de saber envejecer.