El apóstol de Cristo presente

Por: José Enrique Collazo

Los católicos que pertenecimos a la Acción Católica, en mi caso a la JEC (Juventud Estudiante Católica) desde el año 1956, vivimos en una Iglesia y en un contexto de país con amplias posibilidades de presencia social en la vida pública. El apostolado en las aulas era lo fundamental, el lema principal: “el estudiante salve al estudiante”. Hicimos muchas actividades sociales. En 1960, se llevó a cabo una campaña en todo el territorio para adquirir libros nuevos o usados y donarlos a las escuelas campesinas. En el Parque Central entregamos al Ministerio de Educación la cifra de 42 000 libros.

Después de 1961, los miembros de movimientos laicales nos quedamos a nivel de las iglesias, el apostolado externo no era posible como antes. El síndrome de no se puede hacer nada fue muy dañino. Mi padre, un católico de raíces profundas y contemplativo, dijo… siempre se puede hacer algo. Recuerdo que después de su
fallecimiento, a los 90 años, una señora del barrio, llorosa, me dijo: —ahora quién nos va a escuchar y dar consejos.

Un referente es alguien necesario para el aprendizaje en el medio social. Cuando usted se pregunta, qué puedo hacer, le diría como me aconsejaron, vive cristianamente. La fábula que adjunto expresa mejor el rol
a desempeñar.

«Hace cientos de años, había un hombre en una ciudad de Oriente. Un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida. La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella. En determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce, se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo, y entonces le dice: ¿Qué haces Guno, tu ciego, con una lámpara en la mano? Si tú no ves… el ciego le responde: Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí… No solo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella».

A lo largo de muchos años he tenido la oportunidad de estar presente, como otros tantos, iluminando con la tenue luz de un farol. Las personas observan a los cristianos para ver cómo actúan, cómo reaccionan ante las adversidades, cómo salen adelante. Tal vez, la clave está en hacer el bien sin mirar a quien, seguir a Cristo sin pregonarlo, saber que Él nos ha llamado a ser luz del mundo y sal de la tierra en el medio social.

San Pedro Poveda, sacerdote español, fundador de escuelas y entusiasta promotor de la Acción Católica en España a principios del siglo XX, tiene una expresión que viene muy bien para darnos cuenta del valor de
la presencia… somos expectatio gentium.

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