Por: John Lennox
Por su actualidad e importancia, el Consejo de Redacción de la Revista Vitral ha deseado compartir contigo fragmentos de este libro con el deseo de que nos ayude a todos a descubrir la presencia de Dios en medio de esta realidad que hemos vivido.
1.- LA SENSACIÓN DE VULNERABILIDAD
Nunca antes habíamos experimentado el confinamiento de ciudades e incluso de países, el cierre de fronteras, la prohibición de viajes, la falta de servicios a excepción de los esenciales, la prohibición de reuniones deportivas masivas ni el temor que se respira en medio de poblaciones silenciosas. La velocidad con la que se está expandiendo la pandemia trae una presión enorme sobre los sistemas nacionales de salud, y la producción de los recursos necesarios se ha incrementado como nunca. […]
Una consecuencia importante es la sensación universal de que somos cada vez más vulnerables. Muchos de nosotros nos hemos acostumbrado a un mundo más o menos estable, en donde la vida es bastante predecible. Ahora todo parece estar cayéndose a pedazos: las cosas con las que siempre hemos contado ya no están, y estamos expuestos como nunca a fuerzas que no podemos controlar en absoluto. Las personas temen por su salud, tanto física como psicológica; por sus familiares y amigos, especialmente los de la tercera edad y los débiles; por sus círculos sociales, sus reservas de alimentos, sus trabajos, su seguridad económica y muchas otras cosas más.
En un ambiente tan inestable e incierto, es muy fácil perder el sentido de la proporción. Después de todo, parece que no nos cuesta tanto aceptar las estadísticas anuales de muertes por gripe. […]
Ya hemos pasado por esto
Se han visto pandemias similares en el pasado. El caso más antiguo de los que se han registrado probablemente sea el de la peste antonina o plaga de Galeno, entre los años 165 y 180 d. C. No se sabe exactamente de qué enfermedad se trató, pero se cree que fue sarampión o viruela, y le quitó la vida a alrededor de cinco millones de personas.
Más adelante ocurrió la plaga de Justiniano (541-542 d. C.). Esta fue una enfermedad bubónica que pasó de animales (ratas) a humanos a través de las pulgas. Se calcula que murieron cerca de 25 millones de personas.
Hubo otra plaga bubónica, conocida como la peste negra, en el siglo catorce (1346-1353), la cual se cobró la vida de entre 70 y 100 millones de personas que vivían en Eurasia, reduciendo la población mundial en casi un 20 por ciento.
En los siglos diecinueve y veinte hubo varias pandemias de cólera en las que murieron más de un millón de personas. Una pandemia de gripe se cobró la vida de entre 20 y 50 millones de personas entre 1918 y 1920. Yo ya había nacido cuando murieron dos millones de personas por la gripe asiática entre 1956 y 1958, y otro millón de personas por la gripe de Hong Kong entre 1968 y 1969. El total de muertes por la pandemia de VIH/Sida, que tuvo su pico entre el 2005 y el 2012, fue de unos 32 millones de personas.1
Todas estas se clasificaron como pandemias. Además, hubo muchas epidemias —como la de Ébola y la sensación de vulnerabilidad de SARS— que se mantuvieron confinadas geográficamente, y por eso no se califican como pandemias…. Eran parte de la vida cotidiana. […]
¿Está Dios ahí?
En otras épocas, cuando han ocurrido desastres nacionales en Occidente, las personas han acudido en masa a las iglesias y los líderes nacionales han hecho llamados a la oración. Estas cosas son poco comunes hoy en día, aunque algunos líderes nacionales han pedido a las personas que oren —así como lo han hecho muchos líderes de iglesias en todo el mundo, por supuesto. […]
El coronavirus nos confronta a todos con el problema del dolor y el sufrimiento. Este, para la mayoría de nosotros, es uno de los problemas más duros de la vida. La experiencia ciertamente nos hace sospechar de las respuestas superficiales y de los intentos simplistas por hacernos aceptar este problema […]
2.- CATEDRALES Y COSMOVISIONES
Catedrales en ruinas
[…] El dolor y el sufrimiento provienen de dos fuentes distintas. En primer lugar, el sufrimiento puede llegar como resultado de desastres naturales y enfermedades por los cuales los humanos no somos responsables (de manera directa), como los terremotos, los tsunamis, el cáncer y el coronavirus. Esto conduce al problema del dolor o, como se conoce comúnmente, el problema del mal natural. Esta terminología es desafortunada en cierta forma, ya que la palabra “mal” tiene connotaciones morales, pero ni los terremotos ni los tsunamis son agentes morales.
En segundo lugar, hay un sufrimiento por el cual los hombres y las mujeres sí son responsables de manera directa, como los actos de odio, terror, violencia, abuso y asesinato. Esto nos lleva al problema del mal moral. […]
Por supuesto, hay ocasiones en las que el mal moral y el mal natural están conectados. La situación es complicada porque uno de ellos puede llevar al otro; la deforestación comercial por codicia puede llevar a la degradación de la tierra, lo que a su vez puede causar desnutrición y enfermedades. Pero el brote del coronavirus parece ser un caso de mal natural (aunque el mal moral acecha de cerca en forma de compras compulsivas por el pánico y del acaparamiento de alimentos). Inevitablemente, los teóricos de la conspiración buscarán culpar a algún agente humano. Los seres humanos transmitimos el virus, pero no de forma deliberada ni egoísta. Además, la presunción principal es que el virus se originó en animales y pasó a
los seres humanos. […]
Sin duda, de aquí en adelante, y por mucho tiempo, habrá recriminaciones y contrarecriminaciones por la reacción de cada país ante el coronavirus. Pero nada de eso nos ayudará a lidiar con la crisis, ni nos ayudará a saber cómo reaccionar mejor a nivel personal. […]
Todos necesitamos entender el coronavirus de tres formas diferentes: intelectual, emocional y espiritualmente. Todas son importantes, y juntas presentan un reto tremendo para cada uno de nosotros […]
¿Cómo podemos ofrecer esperanza o explicar el porqué de situaciones que son tan devastadoras y que realmente son irreversibles? […]
Lo que hace el dolor
La experiencia humana y la medicina básica nos enseñan que el dolor tiene un papel importante en nuestra vida. En primer lugar, el dolor nos advierte del peligro. Si, por ejemplo, pones la mano muy cerca del fuego, tu sistema nervioso envía una señal a tu cerebro y sientes dolor, lo que hace que muevas la mano y la protejas de alguna lesión. Así que no podemos decir que el dolor es del todo malo.
En segundo lugar, el desarrollo físico conlleva cierta cantidad de dolor. Por ejemplo, si consideramos el atletismo, el montañismo o los juegos demandantes como el fútbol americano, el rugby británico y el boxeo, notamos que los entusiastas de esos deportes soportan una gran cantidad de dolor para poder llegar a ser los mejores.
En tercer lugar, a un nivel todavía más profundo, el sufrimiento y el dolor pueden contribuir a la formación del carácter. Hay muchos ejemplos de resiliencia y fortaleza ante el sufrimiento que terminan forjando caracteres de gran calidad. […] “El sufrimiento y el dolor siempre son necesarios para llegar a tener una inteligencia elevada y un gran corazón”.2
Los padres suelen ser conscientes de esto. En ocasiones, permiten que un hijo pase por una experiencia dolorosa ya que saben, por experiencia propia, que al final le beneficiará […]
¿El ateísmo ayuda?
Ten cuidado con las personas que interpretan el dolor causado por un mal natural como un castigo divino. Pero también ten cuidado con los que afirman que Dios no tiene nada que decir a través de esta pandemia, particularmente a las sociedades occidentales que le han dado la espalda y lo consideran totalmente irrelevante para sus culturas. […]
¿Por qué el ateísmo no puede ayudarte?
Mencionar a los ateos me lleva al hecho de que muchas personas creen que la única solución al problema de la catástrofe y del mal natural es abandonar a Dios y abrazar el ateísmo. Dicen que el coronavirus, el cáncer, los tsunamis y los terremotos nos muestran precisamente que Dios no existe; debemos enfrentar el hecho de que el universo es así: duro e insensible, y que no le importa si vivimos o morimos.
David Hume, el filósofo escocés de la Ilustración, […] refiriéndose a un filósofo griego del tercer siglo antes de Cristo, hizo una declaración que se ha citado bastante:
“Las viejas preguntas de Epicuro siguen sin respuesta. ¿Quiere [Dios] prevenir el mal, pero no puede? Entonces no tiene poder. ¿O puede, pero no quiere? Entonces es malvado. ¿O puede y quiere? Entonces, ¿de dónde sale el mal?”.3
Pero ¿hacia dónde conduce este camino ateo? […]
Si Dios no existe, ¿de dónde salen los conceptos del bien y el mal que todos tenemos? Nos quedamos sin la posibilidad de decir que el coronavirus y sus efectos son “malos” en cualquier sentido, ya que sus consecuencias, incluyendo las fatalidades que causa, son simplemente átomos que cambian su estructura. […]
El filósofo Richard Taylor está de acuerdo:
“La edad moderna, a pesar de que básicamente repudia la idea de un legislador divino, ha tratado de conservar las ideas del bien y el mal moral, sin darse cuenta de que, al dejar a Dios de lado, también han eliminado las condiciones para que el bien y el mal moral tengan sentido… Sin embargo, a las personas cultas no es necesario decirles que preguntas como estas nunca se han podido responder fuera del contexto de la religión”.4
[…] Friedrich Nietzsche, el filósofo del siglo diecinueve, vio más claramente que nadie las consecuencias de abandonar la moralidad bíblica que se encuentra en el centro de la civilización occidental. Predijo que la muerte de Dios llevaría al imperativo darwiniano de expresar la “voluntad de poder”, es decir, que el fuerte debe eliminar y eliminaría al débil. Escribió:
“La prohibición bíblica ‘no matarás’ es una ingenuidad… La vida no reconoce ninguna solidaridad ni ‘igualdad de derechos’ entre las partes sanas y las partes deterioradas de un organismo: las últimas hay que extirparlas, o se perderá todo”.5
El problema para el cristianismo
[…] Sacar a Dios de la ecuación no elimina el dolor ni el sufrimiento. Los deja intactos. Pero quitar a Dios sí elimina algo: cualquier tipo de esperanza. Regresaremos a este tema más adelante.
Pero todavía no hemos lidiado con la pregunta que planteó David Hume: ¿es el coronavirus compatible con la existencia de un Dios amoroso? […]
4.- SI EXISTE UN DIOS AMOROSO, ¿POR QUÉ SURGIÓ EL CORONAVIRUS?
La naturaleza de los virus
“La palabra ‘virus’ produce terror en el corazón de la mayoría de personas. Evoca imágenes de la gripe, el VIH, la fiebre amarilla o el virus del Ébola. Por supuesto que estos virus nos preocupan: nos traen enfermedad y a veces una muerte terriblemente dolorosa. (…)
Sin embargo, los 21 tipos de virus que causan estragos en el cuerpo humano representan una fracción insignificante de los 100 millones de virus que existen en la tierra. La mayoría de los virus en realidad son vitales para nuestra existencia… (…) La enorme cantidad de estos virus ‘buenos’ es impresionante. Su concentración en un lago o río productivo suele ser de 100 millones por mililitro: el equivalente a más de cuatro veces la población de Australia ocupando un cuarto de una cucharadita de agua… Los virus no son organismos vivos. Son simplemente fragmentos minúsculos de material genético (ADN o ARN) cubiertos de proteína que se comportan como parásitos. Se adhieren a otra célula (huésped), inyectan su material genético y se reproducen usando las vías metabólicas de las células huésped… Luego, los nuevos virus se separan de la célula: la célula explota (lisis), liberando cientos de virus… (…)
[…] Aunque son diminutos y parecen insignificantes, los virus realmente tienen un papel global fundamental en el reciclaje de los nutrientes a través de las cadenas alimenticias. […]
De modo que parece que tanto los virus como los terremotos son esenciales para la vida. Si hay un Dios creador, entonces Él mismo creó estas cosas.
Pero ¿por qué tienen que existir? ¿Basta con decir — como lo harían algunos— que la pandemia del coronavirus se trata simplemente de la biología haciendo lo que tiene que hacer? ¿No hay una explicación más satisfactoria?
La ciencia nos muestra que la mayoría de los virus son beneficiosos y que algunos son esenciales para la vida, pero ¿por qué tienen que haber agentes patógenos que causen estragos? La pregunta clave para los teístas es esta: ¿No podría Dios haber creado un mundo libre de patógenos virales?
Esto nos conduce a un sinfín de preguntas similares. ¿No podría haber creado una electricidad que no fuera peligrosa o un fuego que no quemara? ¿No podría haber creado un mundo orgánico sin depredación? ¿No podría haber creado una vida en la que nunca sucediera nada malo y los virus siempre fueran beneficiosos? ¿No podría haber creado seres que nunca hicieran lo malo? (Después de todo, aunque el coronavirus es grave, no habrá más muertes por coronavirus que por asesinatos.)
La naturaleza de la humanidad
[…] Dios podría haber creado un mundo de robots que simplemente actuaran de forma automática y programada, pero ese mundo no habría incluido a los seres humanos. […]
La razón es que uno de los más grandes regalos que Dios nos ha dado es el de la capacidad de tomar decisiones. Podemos decir “sí” o “no”, y esa capacidad nos permite experimentar cosas maravillosas como el amor, la confianza y relaciones genuinas con Dios y con otros. Aun así, esa misma capacidad buena y maravillosa nos da la posibilidad de hacer el mal, aunque no nos da permiso para hacer lo malo.
Este punto es muy importante. Los teólogos lo han abordado distinguiendo entre la voluntad permisiva de Dios (el hecho de que Dios creó un universo en donde el mal es posible) y Su voluntad decretiva o directiva (las cosas que Dios hace activamente). El Nuevo Testamento establece claramente que Dios nunca es autor del mal; en otras palabras, el mal es posible en el mundo que Él creó, pero no es Su plan para el mundo que Él creó.6 Es decir, los seres humanos tienen cierto grado de independencia que abre la posibilidad a que las cosas salgan mal. […] Nuestro propósito aquí es simplemente señalar que a Dios no lo toma por sorpresa el coronavirus; Dios puede obrar para bien incluso en medio del mal de este virus, y Sus planes no serán frustrados, aunque puede que sea muy difícil para nosotros aceptar esto en una situación como la crisis actual. Al mismo tiempo, somos responsables de nuestras propias respuestas ante la crisis y ante los demás, precisamente porque Dios nos ha dado esa libertad.
Vivimos en un mundo donde las cosas salen mal y donde los seres humanos podemos escoger hacer el mal (o el bien). […]
¿Por qué las cosas son como son?
[…] Cuando Dios creó a los seres humanos para que vivieran en Su creación (que Él declaró como “muy buena”), los dotó con la maravillosa capacidad de tomar decisiones, la cual los convirtió en seres morales. Debido a esto, existía la posibilidad de que hubiera un fracaso moral si usaban mal dicha libertad. Y eso fue lo que sucedió, como vemos en el tercer capítulo de Génesis, el primer libro de la Biblia.
Génesis 3 nos dice que la desobediencia humana surgió de un desacuerdo fundamental con Dios en cuanto a la naturaleza de la vida y la seria posibilidad de la muerte. […]
Dios no solo es la fuente de todas las cosas buenas que disfrutamos; Él es el bien supremo que le da significado a todas esas cosas buenas que provee, que aunque son buenas, no lo superan a Él.
Lo que sucedió en Génesis 3 fue que los seres humanos rechazaron a Dios, y el pecado entró en el mundo. Las consecuencias fueron devastadoras. Hubo muerte espiritual (se rompió la relación entre los seres humanos y Dios) y, después, muerte física.
Además, la misma naturaleza quedó dañada por ese evento, lo cual nos trae de regreso a nuestro tema principal. […]
Ahora bien, podríamos mantener un debate interminable sobre lo que un Dios bueno, amoroso y todopoderoso debería, podría o pudo haber hecho. Sin embargo, la experiencia nos muestra que ninguno de nosotros ha quedado satisfecho con el resultado de ese debate. Esto se debe a que, digamos lo que digamos, estamos donde estamos y el mundo es así. Todos tenemos que enfrentarnos a la imagen mixta que nos presentan las catedrales en ruinas: toda la belleza de una flor que se abre al sol, y toda la crudeza de un coronavirus que destruye el sistema respiratorio del ser humano. […]
5. EVIDENCIA DE AMOR
Si vamos a confiar en Dios, necesitamos evidencias convincentes de la bondad de Su carácter. Por eso,
ahora quiero pedirte que escuches el fundamento de la enseñanza cristiana —ya sea que conozcas esta enseñanza o que sea nueva para ti — y que trates de entenderlo antes de concluir que la fe en Dios es incompatible con la existencia del coronavirus o de cualquier pandemia, enfermedad o ruptura del mundo natural.
El cristianismo afirma que el hombre llamado Jesucristo es Dios encarnado; en otras palabras, el Creador se convirtió en un ser humano. En el centro del mensaje cristiano está la muerte de Jesucristo en una cruz a las afueras de Jerusalén. Inmediatamente, surge esta pregunta: Si Él es Dios encarnado, ¿qué estaba haciendo en una cruz? Bueno, entre muchas otras cosas, significa que Dios no se ha mantenido alejado del dolor y el sufrimiento humano, sino que Él mismo lo experimentó. Por lo tanto, un cristiano no es alguien que ha resuelto el problema del dolor, el sufrimiento y el coronavirus, sino una persona que ha decidido amar y confiar en un Dios que también ha sufrido.
Sin embargo, esa es solo la mitad de la historia. Si la muerte en la cruz hubiera sido lo último que Jesús hizo, nunca habríamos escuchado de Él. Pero ese no fue el final. El mensaje que causó alboroto en Jerusalén en esa primera pascua —el mensaje que cautivó al mundo del siglo primero— fue que Jesús había vencido la muerte: que había resucitado y que sería el Juez supremo de la humanidad. […]
Sin embargo, la resurrección declara que la justicia no es una ilusión y que nuestro deseo de justicia no es en vano. Algún día, los abusadores, los terroristas y las personas malvadas de este mundo comparecerán ante la justicia. Cuando he intentado explicar esta idea a personas ateas, suelen decir que lo que se debe hacer es trabajar por la justicia en este mundo. Por supuesto, estoy de acuerdo; trabajar por la justicia es un deber cristiano. Pero también les señalo que eso no resuelve el problema de la justicia final. El ateísmo, por definición, no ofrece ninguna. El ateísmo es una afrenta a nuestro sentido moral.
Por el contrario, la Biblia dice que la justicia final es muy real. Dios es la autoridad detrás de la ley moral, y Él será su Vindicador. En consecuencia, habrá un juicio final en el que se juzgará de forma perfecta toda la injusticia que se haya cometido desde el principio del mundo hasta su final. La justicia no es una farsa.
[…]
Los seres humanos tenemos una tendencia a anhelar que se haga justicia, pero también tenemos una tendencia a reaccionar negativamente al mensaje de la justicia final, ya que plantea el tema de nuestra propia posición ante Dios. “Yo no podría creer en un Dios como ese”, dicen algunos, ¡incluso mientras protestan por el mal moral y acusan a Dios por no intervenir! Este es el problema con nuestra respuesta natural al juicio futuro de Dios: aceptamos que Dios intervenga siempre y cuando lo haga en la vida de otros pero no en la nuestra. El hecho es que tendemos a ver el mal en los demás pero no en nosotros mismos. […]
Dos coronas
Es fácil olvidar que los seres humanos somos mortales. El coronavirus es evidencia de que tanto nuestra relación con la creación como la relación de la creación con nosotros están desordenadas; y que eso no es un accidente. Pero la esperanza se encuentra en otra corona: la corona de espinas que le pusieron a Jesús en la cabeza antes de Su ejecución. Esa corona nos muestra lo profunda que es la separación entre la criatura y el Creador […]
En un mundo roto, dañado por las consecuencias del pecado, el dolor y el sufrimiento son inevitables. Tal vez habíamos huido de esta realidad hasta que llegó el coronavirus para arrasar el mundo entero. Ya no podemos ignorarla, ni tampoco ignorar las grandes preguntas que plantea sobre la vida y la muerte. Las siguientes son palabras de C. S. Lewis:
“Podemos ignorar incluso el placer. Pero el dolor insiste en que le prestemos atención. Dios nos susurra en nuestros placeres, habla a nuestra conciencia, pero nos grita en nuestro dolor: este es Su megáfono para despertar a un mundo sordo”.7 Quizás el coronavirus sirva como un gran altavoz que nos recuerde la estadística definitiva: que diez de cada diez personas morirán. Si esto nos lleva a mirar al Dios que quizá hemos ignorado durante años —quien llevó una corona de espinas para que pudiéramos reconciliarnos con Él y para darnos entrada a un mundo nuevo y restaurado más allá de la muerte—, el coronavirus, a pesar del caos que ha desatado, habrá cumplido un propósito muy saludable.
6. DIOS LO CAMBIA TODO
¿Cómo debemos responder los cristianos ante la pandemia? Hay varias respuestas a esta pregunta. […]
Prestando atención al consejo
[…] El problema que surge aquí es que algunas veces el consejo no es coherente o es confuso, como se ha visto en algunos noticieros. […]
Seguir las recomendaciones de los médicos no demuestra incredulidad. Dios puede protegernos y sanarnos, pero espera que seamos sabios y que usemos todos los recursos que nos ha dado, incluyendo la medicina. El distanciamiento social no es una expresión de egoísmo, sino de un amor al prójimo que busca proteger a los demás.
Amar al prójimo también significa que las personas de bajo riesgo tendrán el importante papel de visitar a los vulnerables (hasta donde lo permitan las circunstancias y regulaciones), ayudándolos con las compras y haciéndoles compañía, aunque el tiempo que puedan dar sea limitado.
Manteniendo una perspectiva bíblica
[…] Si todos vamos a ser destruidos por una bomba atómica [coronavirus], hagamos que cuando llegue esa bomba [virus] nos encuentre realizando actos racionales y humanos: orando, trabajando, ensenando, leyendo, escuchando música, bañando a los niños, jugando al tenis, hablando con nuestros amigos mientras disfrutamos de unas bebidas y de un juego de dardos. Que no nos encuentre apiñados como ovejas asustadas, pensando en bombas [virus] que ciertamente pueden destruir nuestro cuerpo (un microbio puede hacerlo), pero no deben dominar nuestra mente”.8 […]
Amando a nuestro prójimo
En tercer lugar, somos llamados a amar. […]
Debemos buscar maneras de amar a otros de forma sacrificial, porque así es como Dios ha amado a todos los cristianos en la persona de Su Hijo, al morir por ellos en la cruz. Amar a nuestro prójimo también significa evitar esa actitud egoísta e histérica frente a la comida y las necesidades básicas, que hace que las tiendas queden vacías y que nuestro prójimo no pueda conseguir lo que necesita.
Recordando la eternidad
[…] En cuarto lugar, los cristianos necesitamos recordar la eternidad. […]
Pablo, el apóstol cristiano, no se avergonzaba de hablar de su convicción y confianza en cuanto al futuro:
“De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros… Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 8:18, 38-39).
Estas no son palabras de un filósofo sin experiencia que estaba sentado y tranquilo en su estudio; son las palabras de un hombre que había visto y experimentado las condiciones más duras y hostiles. Sufrió injustamente palizas y encarcelamientos, en ocasiones lo dejaron moribundo y experimentó muchas privaciones y dificultades a lo largo de su vida. […]
Escalando la montaña
El apóstol Pablo, que agregó: “Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado Su venida” (2 Timoteo 4:8).
Un día, Jesús vendrá. Será el día que le prometió a Sus discípulos hace mucho tiempo, cuando les dijo:
“La paz les dejo; Mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden. Ya me han oído decirles: ‘Me voy, pero vuelvo a ustedes’. Si me amaran, se alegrarían de que voy al Padre, porque el Padre es más grande que Yo” (Juan 14:27-28).
Él dijo: “…vuelvo a ustedes”. […]
El coronavirus y todas las plagas que han devastado el mundo dejarán de existir; pero la corona de justicia que se les dará a aquellos que aman al Señor Jesús nunca perecerá ni se desvanecerá.
¿En dónde encontramos paz en medio de una pandemia? Solamente en Jesús. La cuestión para todos nosotros es esta: ¿vamos a confiar en Él?
POSDATA
[…] Aún me quedan muchos cabos sueltos y temas que quisiera tener más claros. Pero sé que algún día entenderé: “Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido” (1 Corintios 13:12).
Mientras tanto, seguiré el consejo del gran predicador del siglo diecinueve, Charles Haddon Spurgeon:
“Dios es demasiado bueno como para ser cruel, y es demasiado sabio como para equivocarse. Cuando no podemos ver Su mano, debemos confiar en Su corazón”.9
Espero que este libro te haya animado a confiar en Él; o, al menos, que te haya mostrado que el Dios que llevó una corona de espinas aún es digno de tu tiempo y de tus pensamientos. Espero que investigues más profundamente y así descubras que en realidad Él da esperanza y paz sin importar lo que suceda en los meses y años que vendrán.
Notas de texto
1.- mphonline.org/worst-pandemics-in-history (consultado el 20 de marzo de 2020).
2.- Crime and Punishment [Crimen y castigo] (Clayton, 2005), 233.
3.- Dialogues Concerning Natural Religion [Diálogos sobre la religión natural], parte 10 (1779).
4.- Virtue Ethics [La ética de las virtudes] (Nueva York, 1991), 2-3.
5.- The Will to Power [La voluntad de poder] (1888), 389.
6.- Santiago 1:13.
7.- The Problem of Pain [El problema del dolor] (Geoffrey Bles, 1940), 81.
8.- “On Living in an Atomic Age” [“Sobre la vida en una era atómica”] en Present Concerns: Journalistic Essays [Preocupaciones actuales: Ensayos periodísticos] (1948).
9.- https://www.goodreads.com/quotes/1403154-god-is-too-good-to-be-unkind-and-he-is.