«Doña, para que tenga suerte»

Tomado de la página personal de la autora en Facebook

A propósito del 8 de septiembre, Día de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, reproduzco la entrevista que realizara en 1994 al entonces sacerdote Eugenio Castellanos, de la parroquia de la Santísima Trinidad en Santiago de Cuba, quien ofreciera asistencia en el Santuario del Cobre. El Padre había puesto una condición a la entrevista, primera en muchos años que se daba a un periodista cubano: que no se alterara nada de cuanto había dicho. Le enseñé mi grabadora y le dije que si en algo después no estaba de acuerdo, la grabación sería mi resguardo. La entrevista quedó inédita, no precisamente por mi causa.

P. Eugenio Castellanos

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“La vida es de tradición”, me dijo un proveedor de velas casi a la entrada del Santuario de la Caridad del Cobre, en ese poblado minero santiaguero donde, desde la altura de la iglesia, se divisa a lo lejos montañas cobrizas, palmas reales, casi como una imagen garciamarquiana de terruños olvidados en los que una espera ver, en ascensión, a Remedios la bella envuelta en flores amarillas.

Desde la acera, los vendedores ambulantes otean la estrecha carretera y apenas el visitante da un paso en los predios del santuario, caen como enjambre ofreciendo piedras que “dan suerte”, que “llaman al dinero”.

Muchas leyendas populares entretejidas para atraer al creyente o al curioso a que compren su mercancía variopinta: imágenes, artesanía religiosa, pizzas, pan, tamales… que algunos ofrecen de forma agresiva e irreverente, en tanto otros solo las muestran esperando la decisión en solitario de quien llegue.

Ese primer impacto es como una bofetada. Para quien va por primera vez a la Casa de la Virgen, es despojar de su mística la morada de la Patrona de Cuba. Habrá que dar un respiro a todo pulmón, retomar la luminosidad religiosa del lugar

y lanzarse en busca de una fe que proviene de cuando esta representación de la Madre de Jesús la encontraron en la Bahía de Nipe tres obreros del Real Sitio de Minas de Santiago del Prado, hoy Villa de El Cobre, con un letrero que anunciaba: “Yo soy la Virgen de la Caridad”.

Dentro de la iglesia apenas se oyen los murmullos de los rezos y las gracias de la gente que va a depositar algo preciado por el milagro concedido por la Virgen. Y también, los pasos de los curiosos interesados en contar cuántos crucifijos, prendas, títulos universitarios, carnés del Partido, amuletos, uniformes y grados militares, medallas de deportistas y de hombres que combatieron en otras tierras y regresaron vivos, se han depositado en agradecimiento a ella, a quien Ernest Hemingway no dudó en entregarle su medalla de Premio Nobel de Literatura, ganado por su libro El viejo y el mar.

Y no faltan piedras traídas por feligreses desde Belén, México, Iraq, Angola, Francia, Panamá, Nazareth, Canarias, Hungría, Chile, Sri-Lanka, Italia, España, Congo, Venezuela, Checoslovaquia, Mozambique, Etiopía, Guyana, Indonesia, Argelia, Bulgaria, Zambia, Rumania, Nicaragua, Guatemala, Polonia, Rusia, Alemania, Malasia, Estados Unidos, Afganistán, del río Volga y del muro de Berlín.

La fe nunca se perdió.

Tengo suerte en esta mañana  que me atrevo a todos los riesgos a ir al Cobre sin concertar con previo aviso una entrevista. Esa parece la premisa en el trato con los reporteros. 

Pero el sacerdote Eugenio Castellanos, de la parroquia de la Santísima Trinidad en Santiago de Cuba y quien va entre semana a acoger a los peregrinos que buscan acercarse a Dios a través de la Virgen de la Caridad, intuye que no voy detrás del boom del florecimiento religioso en la Isla, sino que deseo asomarme a esta realidad tomando como referencia su punto de vista.

—¿Por qué se mantiene la fe en la Virgen?

“El pueblo siempre la tuvo, quizás en silencio, en los hogares, pero luego sintió la necesidad de hacerla pública porque es como un tesoro que no se puede guardar y debe ser expresado. La fe nunca se perdió, el pueblo nunca la abandonó, sino que la mantuvo con cierta discreción en otros períodos en que no era totalmente entendida esta postura de las personas”.

—Habla del pueblo, ¿cree que pueda generalizarse la tenencia de fe religiosa en el cubano?

“Creo que la mayor parte de las personas profesan una fe, que no siempre es pura, limpia, en cuanto a que se dirija a Dios en todas sus dimensiones, pero debemos considerar esas distinciones. Pienso que muy pocas personas no tienen fe en algo”.

—¿Encuentra contradicción entre una Virgen María y una Virgen de la Caridad del Cobre? ¿Cómo la Iglesia asume el sincretismo? ¿No va en contra de sus postulados?

“No hay dualidad entre ambas vírgenes porque la de la Caridad, la de Regla, la de los Milagros, la de la Merced y otras, son la misma Virgen María a la que se le da distintos nombres o vocaciones, de acuerdo con los lugares donde ella ha hecho una manifestación, donde ha aparecido, donde personas de fe han tenido una relación estrecha con ella y ésta se les ha expresado.

“Es decir, a la Virgen María se le dan distintos nombres y diferentes vocaciones que expresan sus cualidades y virtudes. El nombre está relacionado con el mensaje que ella comunica”.

— ¿Y los milagros de la Virgen?

“Esa es una experiencia de fe muy personal. Hacer un juicio sobre un milagro de la Virgen, creo que es un poco atrevido. El que tiene fe, respeta. Toda persona debe respetar porque es una de las cualidades más hermosas de los hombres.

“Pero aun cuando se tiene fe, hay milagros en los que uno puede aceptar o puede dudar de serlo realmente. Por eso entiendo que la postura más correcta es la del respeto.

“Hay quienes narran un encuentro con la Virgen, un milagro de ella que uno podría pensar que es la ciencia, que tenía que suceder así; son cosas propias de la vida. Sin embargo, esa persona lo demuestra con una seguridad, con una convicción, que es una experiencia única, no repetible en otra.

“Yo diría que la mayoría de los milagros son únicos, muy personales, muy directos de Dios a través de la Virgen en alguien determinado”.

—¿Podría inferir que usted no admite el milagro como tal, sino como una experiencia propia?

“En el milagro como milagro yo sí creo, y en los tantos que hoy Dios hace en nuestro pueblo, pero para afirmar uno de ellos, comprobarlo y demostrarlo, ya eso tiene otra categoría.

“Tiene un proceso que la Iglesia posee sus formas de comprobarlo y habitualmente no se hace, pues hay que respetar las intervenciones de Dios en la forma en que él las realiza”.

— ¿Son voluntarias o asalariadas las personas que atienden el Santuario?

“Todo el personal que labora aquí recibe un salario, pero más que éste, son personas que tienen una fe y un conocimiento. Aquí no puede trabajar cualquiera y mucho menos solo por un salario. Se precisa de amor, es como una misión especial a la que lo lleva su fe”.

— Alguna de estas personas me identificó como visitante y no como peregrina; sentí cierta retracción para darme una explicación sobre el Santuario. 

“No creo. Excúseme, pero el trato ha de ser igual para todos”.

— ¿Se sienten respetados los trabajadores por el pueblo y las autoridades de El Cobre?

Santuario de Nuestra Sra. de la Caridad del Cobre

“El pueblo respeta mucho a todo el que protege y cuida la imagen de la Virgen, valora la acogida que ellos le dan a cada uno y la atención que les proporcionan.

“Con respecto a las autoridades, el único problema es que no terminan de controlar a los vendedores*, no se ha llegado a una solución favorable para que el feligrés haga su visita con absoluta tranquilidad y en ocasiones ocurre que ofertan mercancías cuando se oficia la misa. Por lo demás, las relaciones son normales, nosotros no nos quejamos de las personas que ejercen el orden público”.

— ¿Vender velas, piedras y comidas es, de cierta manera, una profanación a la fe?

“No es la venta, sino la forma en que se hace, donde está el problema. Muchos tratan de imponer su mercancía, otros entran al santuario y perturban el reposo, el silencio, el recogimiento que debe imperar aquí dentro. Si no existiera esa agresividad, todo estaría bien”.

Deseo retomar un tema: ¿qué les habla a los peregrinos?

“Tratamos de encaminar la fe sencilla del pueblo a la Virgen, hacia Jesucristo. O sea, la fe cristiana no se centra en la devoción a la Virgen, sino que ella es como un puente que nos lleva a él, y se trata de comunicar ese mensaje con toda amplitud a través de la catequesis y encuentros personales o de grupos.

“Hay mucho que transmitir todavía en cuanto a formación religiosa y este es un lugar importante para llenar el vacío que las personas tienen y desean saciar”.

—¿Cómo llegó al sacerdocio?

“Mi familia es muy cristiana y viví en ese ambiente, prácticamente nací en la iglesia y tengo 36 años. Somos cuatro hermanos y el único sacerdote soy yo, quise serlo, no hubo imposición. Diría que eso va dentro de una experiencia personal, de lo que va descubriendo y sintiendo como vocación de una entrega mayor a Dios y a los hombres”.

¿Tierra de milagros?

Salgo del templo y los vendedores me miran diferente. Me han visto conversar con el Padre largo rato. Un muchacho se acerca a regalarme, no a venderme, unas cuantas piedrecillas: «Doña, para que tenga suerte”.

Doy una vuelta por los alrededores. Me acerco a Delvis Terrer, una santiaguera embarazada que vino a pedir ayuda a la Virgen para un segundo parto seguro: “Mi primera niña la traje a los cinco días de nacida, vestida de blanco. Siempre que le pido algo, ella me ayuda. Tengo mucha fe”.

Otra con quien hablo es Nilda Moreira, de Camagüey, viene a pagar una promesa: “Casi estaba calva y ya me ha salido bastante pelo. Me siento muy agradecida de la virgencita”.

Sentada en un banco, observo el ir y venir de las personas. Recorro con la mirada la zona y evoco el trayecto por el pueblo, sus casas, escuela, médico de la familia, bodega, tienda…, como en cualquier otro lugar del país. Acudo a la memoria: en 1916, la Virgen de la Caridad del Cobre fue declarada Patrona de Cuba. Mucho antes, en 1801, frente a ella se leyó la cédula de libertad de los esclavos de las minas y, en 1868, Carlos Manuel de Céspedes oró y presentó sus armas.

En 1898, el general Antolín Cebreco, por orden del general Calixto García, celebró con todo el Estado Mayor del Ejército el triunfo de Cuba sobre España con una misa solemne a la Virgen Mambisa.

Sin detenerse el tiempo y la fe por la Patrona, en 1992 fue la acogida de ese pueblo a Fidel Castro, cuando las elecciones de diputados a la Asamblea Nacional cubana, por cuya circunscripción electoral era parlamentario.

En el Santuario, una cita habla de la Virgen que integra, reconcilia y libera desde el amor, tres razas con intereses distintos: todos cubanos, todos hijos, todos hermanos.

Remedios la bella quizás no ascienda envuelta en flores amarillas. Pero en túnica de igual color descendió a los hombres la Patrona de Cuba.

* Esta situación ya está resuelta. Los vendedores desarrollan su función fuera del perímetro del Santuario.

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