Seguimos en este número con nuestra sección de formación, continuando con nuestro análisis del Credo. Hoy hablaremos sobre Dios como creador y de la obra de sus manos.
La Biblia inicia con la siguiente frase: “En el principio Dios creó el Cielo y la Tierra” (Gn1, 1). El símbolo de la fe recoge esta frase confesando a Dios como Todopoderoso, creador del Cielo y de la Tierra, hablaremos pues de Dios como creador y después de su creación.
Dios es el Creador. El hombre por muy sabio que sea y con toda su tecnología y ciencias, solo puede cambiar la forma de las cosas, transformarlas. El hombre no puede sacar «el no ser» hacia «el ser». Contando con todo lo que ya existe (o sea, lo que ha salido, que se le ha dado el ser) puede ir modificando lo creado pero no crear libremente de la nada. Crear es producir algo, toda su substancia, hacerlo salir de la nada, de la no existencia. Ese acto de crear, es obra de las tres personas divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, pues es efecto de la sabiduría y poder de la divinidad que es común a las tres personas aunque hemos escuchado en más de una ocasión que se apropie más a la misión del Padre.
La creación posee una gran importancia, en ella están los fundamentos mismos de la vida humana y cristiana. Ella es el pilar de todos los designios salvíficos de Dios, el comienzo de la historia de la Salvación. La cuestión sobre los orígenes del mundo y del hombre es objeto de numerosas investigaciones científicas que han enriquecido mucho nuestros conocimientos. Estos descubrimientos nos invitan a admirar más la grandeza del creador y a darle gracias por su obra. No se trata de saber solamente cuándo y cómo ha surgido todo, ni cuándo apareció el hombre, sino más bien, descubrir cuál es el sentido de todo este origen, si está gobernado por un azar o destino ciego, o si alguien lo ha ordenado para la vida y el bien, y ese alguien nosotros le llamamos, Dios. La obra de la creación mirada desde la fe no tiene por qué estar en antagonismo con estudios de la ciencia.
Dios ha puesto en el ser humano la razón y ésta es capaz de ayudar al hombre a que se encuentre por sí mismo con la respuesta a la interrogante de los orígenes. En efecto, la existencia de Dios como creador puede ser conocida con certeza al contemplar la obra de sus manos a la luz de la razón humana. Más allá de todo el conocimiento natural que el hombre puede tener de Dios creador, Dios mismo se reveló como aquel a quien pertenecen todos los pueblos de la Tierra, como el único Dios que hizo Cielo y Tierra (Sal 115, 5; 124, 8; 134, 3). La revelación de la creación es inseparable de la revelación de la Alianza de Dios con los hombres. La creación es el primer y universal testimonio del amor de Dios, porque Dios no tiene otra razón para crear que su Amor y su Bondad.
Es verdad que la obra de la creación nos llena de alegría y asombro pero es importante entender que Dios es más grande que todo lo creado, él es más grande que todas sus obras, él es principio y fin de todo. Todo lo creado debe llevarnos a encontrarnos con él y ser medio para culminar en su presencia. Una vez realizada la creación, Dios no abandona la obra de sus manos, no solo le da el ser y el existir sino que la mantiene a cada instante y la lleva a su término porque todo ha sido creado en estado de vía hacia una perfección última, hasta que todos y todo estemos en él.